El desorden de las relaciones de propiedad

a Guada y José Kózer

Y yo, volví al hospital.

En el largo pasillo repleto esperaba

– esperaba de pie y te leía –.

En un solo movimiento: girar la cabeza la página

un dedo de la mano izquierda,

los anteojos de leer cayeron

– sobre el mosaico –.

Cada pedacito de vidrio mostraba una garza

sin sombra, que empezó a recorrer el pasillo con sus zancos.

De lejos la vi apoyar su lomo

en el vendaje de una pierna. Despacio

me acerqué.

Es mi garza decía – un poco

a los tumbos – pero cada uno deseaba a la sanadora.

Es mía, insistí, riéndome

por las cosquillas que me hacía – garza – en su desorden.

Salieron los médicos al pasillo – salieron por el revuelo –

y llamaron: Garzas.

Nos hicimos

– sombra –.